Es una tarde de marzo. El director de la unidad penal Nº 15 acompaña al empresario Carlos Barrese a recorrer las instalaciones y mostrarle las actividades que allí realizan los internos. Unos momentos antes Carlos Barrese había presentado su último libro: “Cárceles, el día después” a unos 60 internos que concurrieron al Salón de Actos del Establecimiento. Cada una de sus palabras caló en los oídos atentos. Sólo él podía llegar tan directamente a esos corazones, con una historia en la que podían descubrir una llave, una huella por donde encaminarse hacia la libertad. Esa historia es su propia vida, desde su nacimiento: “Nací en un reformatorio y estuve allí hasta los 18 años”. “En los 8 meses que pasé en la calle hice de todo y así empecé, eso me costó pasar la mitad de mi vida en las cárceles”. “Conocí Caseros, Devoto…” y prácticamente todas las cárceles dependientes de la Provincia de Buenos Aires. Luego de 30 años preso, tomó una decisión: no volver a una cárcel nunca más y “buscar el progreso”.
El hoy ex interno Carlos Barrese, entonces conocido como “Carloncho”, no tenía familia “tuve que progresar por amor propio. Yo salí sólo del encierro” les decía a la audiencia, “Ustedes tienen seguramente hijos, padres, otros por quienes salir adelante y seguramente una vida difícil”. El en cambio debió tomar sólo esa crucial decisión. Viajó a Nueva York donde aprendió el oficio de pizzero. Hoy es un empresario exitoso en la ciudad de La Plata , tiene pizzerías desde hace varios años. Escribe libros sin fines de lucro y visita las cárceles para que los internos privados de su libertad tomen su misma decisión: “Yo escribo con el corazón para que ustedes se sientan identificados. Si no me creen a mí, crean en sus familias, si no tienen que comer coman mierda pero no vuelvan a las cárceles..”, les dice.
El director de la Unidad penal 15, Inspector Myr Mario Vargas, conoció a Carloncho en la Unidad penal Nº 6 de Dolores donde cumplía funciones muchos años atrás. Ahora se siente orgulloso de presentarlo a los internos y pedirles que aprovechen esta singular experiencia : “su vida es una demostración de que cuando se quiere se puede…¡sepan aprovecharlo!!” les pide.
Hay innumerables casos de personas, -la primera que me viene a la mente es la de Charles Chaplin-, que a pesar de haber tenido una infancia desgraciada pudieron realizarse e incluso volverse protagonistas de la historia de todos. “La vida podría ser hermosa si no tuviésemos miedo” le dice Chaplin a una jovencita en una de sus películas, dándonos así una clave importantísima: En muchos casos el mayor obstáculo para que la vida sea hermosa solemos ser nosotros mismos. Pero ¿cómo dejar de ser ese obstáculo? ¿porqué mucha gente queda “programada” para replicar indefinidamente su pasado?.
Hay acontecimientos pasados que no quedan atrás nuestro: ni allá lejos ni hace tiempo. Siguen adentro nuestro, como fantasmas interiores, dándonos órdenes, felicitándonos cada vez que obedecemos esas órdenes, provocándonos malestar cuando intentamos desoírlas. A menudo esos mandatos resultan ser perjudiciales, nos dificultan la tarea de hacer nuestro propio camino, el de nuestros verdaderos deseos. Nos mantienen sujetados al deseo ancestral de aquellos parientes, de aquellos vecinos, de aquellos adultos significativos que nos legaron sus culturas, sus valores, sus creencias, sus miedos…sus proyectos. Afortunadamente nos tuvieron en cuenta pero desgraciadamente sólo nos tuvieron en sus cuentas, en lo que para ellos contaba.
Mientras no los registramos como tales, esos mandatos se confunden con nuestros deseos. Vivimos creyendo que hacemos lo que queremos, lo que sentimos que tenemos que hacer para “ser alguien” en la vida. Y de ese modo ese pasado funciona como nuestro proyecto de futuro: eso que siempre ocurrió (familiarmente, socialmente, culturalmente), vuelve a ocurrir y a ocurrirnos.
Nos escuchamos a nosotros mismos quejándonos de nuestro destino. Efectivamente hubiésemos querido otra cosa para nosotros y para nuestros hijos; hubiésemos querido llegar a otra situación, a otro nivel de vida o de bienestar. Pero andando por el mismo camino, es decir con iguales creencias, con iguales costumbres, con iguales hábitos…sólo es posible llegar al mismo destino. “Sólo un necio puede pensar que andando por el mismo camino se puede llegar a otro lugar” (Einstein)
Sin embargo en aquél mismo contexto en el cual nuestros padres, parientes o adultos más cercanos e influyentes, tomaron ese determinado camino, es decir optaron por esas determinadas alternativas, y tomaron esas determinadas decisiones, en aquel mismo contexto, otras personas, tal vez otros tíos, parientes lejanos o adultos: vecinos o simplemente otros contemporáneos a ellos, tomaron otras alternativas, eligieron otras opciones, se organizaron de acuerdo a otras decisiones y obtuvieron otros resultados.
Cuando vemos que a partir de esas otras convicciones, de esas otras opciones, actitudes y decisiones, esas otras personas llegaron a otros resultados, a otros futuros; entonces estamos en condiciones de relativizar e incluso deslegitimar la “fatalidad” de nuestro pasado. Podemos concebir que hubiese sido posible emprender otro camino. Que ese no fue “la única opción” que nos quedaba; “lo único que se podía hacer”.
Si aceptamos que no fue “lo único” ni “lo mejor” que nuestros antepasados directos hubiesen podido hacer, entonces ese conjunto de opciones pasadas no tienen porqué seguir siendo nuestro único-válido-posible pasado ni mucho menos nuestro fatal proyecto de futuro. No estamos atados a ellas. De hecho hemos podido concebir otras.
Tenemos derecho a administrar nuestros recuerdos y nuestros olvidos, elegir qué episodios consideraremos memorables, qué acontecimientos habremos de celebrar, cuáles actitudes y decisiones adoptaremos como legado, quienes serán nuestros antepasados venerables, etc. Podemos reprogramar nuestros recuerdos, reescribir nuestras historias de vida y así extraer de nuestro pasado un mejor proyecto de futuro.
El método EUSA nos ayuda a escuchar esos deseos de otros y eventualmente des sujetarnos de las conexiones perjudiciales y nos ayuda a provocar nuevas conexiones de sentido, que den lugar a nuestros mejores proyectos.
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